GRANADA. EL LEGADO ANDALUSÍ. 1

Por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.


Federico García Lorca




Granada,belleza suprema, ciudad mágica y encantadora, os invitamos a que hagáis una incursión por tan bella ciudad, para así descubrir su patrimonio, sus gentes y todos sus encantos. Granada es una ciudad prendida de aromas y sabores, una ciudad de leyendas con princesas de tierras robadas y plazas escondidas, de estudiantes de alma revolucionaria y versos lorquianos. Un lugar cuyo espíritu joven contagia hasta a los más viejos soñadores, donde hay mucho por ver, pues como ya dijera el poeta mexicano Francisco de Alarcón Icaza, “Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.
Además de la mundialmente conocida Alhambra y el barrio del Albaicín, designados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Granada cuenta con una catedral renacentista fue iniciada en el siglo XVI. Muchos otros monumentos salpican la ciudad en cada uno de sus rincones.





Granada es una ciudad monumental, que imprime carácter por la variedad de estilos. Además de la Alhambra, conocida en el mundo entero, no olvide visitar: la Catedral, Capilla Real, Monasterio de la Cartuja, Monasterio de San Jerónimo, Parque de las Ciencias, así como los distintos museos y jardines. Pero si hay algo que enamora, son sus rincones. Téngalo en cuenta al programar su viaje, ya que es una pena regresar con la sensación de haberse perdido sus bellezas.




La Alhambra. Declarada Patrimonio de la Humanidad, es sin duda el monumento más emblemático de la ciudad y uno de los más visitados de toda España. Consta de una parte defensiva, la Alcazaba, los Palacios Nazaríes y los Jardines del Generalife.



Las murallas.Rodean la ciudad y se corresponden con cada capítulo de su historia: la más antigua, la alcazaba Cadima con el período zirí, y la Yidida con el periodo nazarí. La alcazaba de la Alhambra tiene su propio trazado aunque esté unida al aparato defensivo de la ciudad. Las murallas estaban salpicadas de bastiones como torres Bermejas en la Antequeruela. Sin embargo, la vida de la ciudad no estaba en sus murallas, sino en sus puertas, paso obligado para todos y pulmón de la ciudad donde se daban cita mercadeos y noticias. Las puertas eran la zona más agitada y viva de la Granada islámica.




La Catedral.Al visitar la catedral, es aconsejable hacerlo en primer lugar desde su exterior. Contemplando con detenimiento esa especie de magnífico retablo barroco o telón teatral que es su fachada principal para, después ir rodeándola hacia la torre del campanario, la puerta de San Jerónimo, la del Perdón y el extraordinario cuerpo que la rotonda genera ya en su zona posterior. Así podremos descubrir, entre otras cosas, cómo la plaza que se sitúa frente a la fachada rebaja su altura en relación al resto del conjunto poniendo de manifiesto la importancia que en el XVII se concede a la arquitectura como escenografía teatral en el permanente espectáculo cívico-religioso de la ciudad barroca. También cómo los diferentes edificios que componen el conjunto se van uniendo en un interesante rompecabezas.
El interior de la catedral tampoco es tan simple como parece y, aunque se ha avanzado notablemente en la investigación, el inicio de las obras y sus primeras cimentaciones debidas al maestro Egas, siguen siendo un oscuro mundo de hipótesis. La verdad es que el trabajo importante lo realiza más tarde Diego de Siloé, el gran inspirador del renacimiento en Granada junto a Lorenzo Vázquez y no está claro hasta qué punto lo que había hecho antes su predecesor gótico, alteró o determinó el desarrollo posterior de las obras.
Lo primero que nos llama la atención en el interior es el descomunal tamaño de las columnas que configuran las cinco naves de la planta. Y hay quien dice que son así por la necesidad de cubrir un espacio que, al nacer con una concepción gótica, reproduciría las grandes superficies de la iglesias de peregrinación, justificando de paso, con este argumento, la existencia del deambulatorio que podría poseer un carácter procesional.



El centro de Granada es un punto equidistante del deseo de cada cual en el que, en general y salvo el largo río de bares y discotecas que forma el núcleo de la calle Pedro Antonio de Alarcón, el deseo tiene vocación de paseo primaveral, de recorrido sereno por calles y plazas en las que el paso del tiempo se ha hecho compatible con un desarrollo urbanístico a escala humana. Así se ofrece al caminante que puede elegir alternativas en las que algo tienen que ver la hora del día y la estación del año.

Saliendo desde plaza Bibarrambla o desde la de las Pasiegas, ambas en los aledaños de la catedral, la calle San Jerónimo nos conduce hasta la plaza de la Universidad. También se puede llegar a ella desde la de la Trinidad, caminando en dirección hacia el Jardín Botánico. Ya en la plaza, la facultad de Derecho y la iglesia de los Santos Justo y Pastor, forman el antiguo núcleo de intervención urbana de la compañía de Jesús en el siglo XVII. La calle de San Jerónimo, que continúa hasta el hospital de San Juan de Dios, se ennoblece con edificios de enclaustrados patios como los de San Bartolomé y Santiago, el Conservatorio o el colegio de Notarios, y va dejando a su izquierda el antiguo barrio de la Duquesa, al que dio nombre la muy digna esposa del Gran Capitán que allí vivió mientras veía crecer el monasterio de San Jerónimo que mandó construir como humilde sepultura para su marido y que, como otros edificios de la ciudad, aúna partes góticas con otras del renacimiento. Sus claustros y su capilla merecen una visita detenida.
Del conjunto que forman el hospital y la iglesia de San Juan de Dios, casi colindantes con el compás de San Jerónimo, lo más interesante son los patios del hospital y, sobre todo, la escalera que conduce a la planta superior y que separa los dos patios. Aunque hay que tener en cuenta que en la actualidad sigue desarrollando funciones asistenciales y el acceso al público está limitado.
Para finalizar este paseo hay que subir por la misma calle de San Juan de Dios y llegar hasta los jardines del Triunfo desde donde ya se ve, en sus espaldas, uno de los edificios más importantes de la Granada de los Reyes Católicos: el hospital Real. Lo ordenaron construir los reyes, extramuros y muy cerca de la puerta de Elvira, para dar asistencia a los muchos heridos de la guerra de Granada. En la actualidad reúne la doble función de ser el rectorado de la Universidad de Granada y sede de su biblioteca central que se ubica en la planta superior. Desde aquí se inicia también el camino que lleva a la Cartuja.
Puede que el visitante se encuentre agotado de contemplar iglesias, claustros y fachadas góticas, manieristas o barrocas. Entonces el deseo se convierte en simple necesidad de mezclarse con la gente y es el momento de acercarse, desde las calles Alcaicería o Zacatín, o desde la Madraza, si es que aún estamos dando vueltas por los alrededores de la catedral, a la plaza de Isabel la Católica.
Desde allí el paseo se vuelve más suave y sólo hay que dejarse deslizar por la calle que antiguamente fue la ribera del Darro, hasta Puerta Real. En ese corto tramo, no hay que olvidar que la zona que queda a la izquierda, constituye parte del viejo barrio de San Matías y es ineludible acercarse al Corral del Carbón y a una pequeña plaza que queda junto a él y que adorna la fachada del palacio de Abrantes.

El nombre de Corral del Carbón puede llevarnos a engaño ya que en realidad este edificio no es ni ha sido nunca una corrala de vecinos como muchas otras que hay en ciudades españolas y en la misma Granada. En realidad es un fondac, como otros que en la actualidad existen en el mundo islámico y que en la fecha de su construcción tenía la doble función de dar hospedaje a la caravanas de mercancías que llegaban a la ciudad y, al mismo tiempo, controlar los productos para el pago de los impuestos que exigía el mercado.
Tras la visita, es posible que el visitante definitivamente no pueda más. La ocasión exige, con sólo algunos pasos, plantarse en Puerta Real, notablemente recuperada en estos tiempos, y quizás dejarse arrebatar por el afán consumista que tanto placer provoca a los visitantes, pues en su entorno se encuentran los mejores comercios de la ciudad normalmente ubicados en calles peatonales. Tampoco hay que olvidar, por supuesto, los bares y tabernas que llenan plaza Nueva, plaza de la Pescadería, plaza Bibarrambla, o la calle Navas junto al Ayuntamiento.
Si aún subsiste alguna resistencia a dejarse arrastrar hacia el consumo, quedan dos últimos paseos dentro de la ciudad. Para el primero sólo hay que bajar desde Puerta Real en dirección a la fuente de las Batallas y desde allí, por la carrera de la Virgen de las Angustias, llegar a los bulevares que recorren el río Genil por sus dos orillas. El Violón, el Salón y la Bomba, paseos de inspiración francesa que en su día fueron límite de la ciudad donde el Genil y el Darro se encuentran en su viaje hasta el Guadalquivir.
Para el otro, la dirección es la calle Recogidas que baja en suave pendiente hasta la vega y hacia el parque Federico García Lorca, nuevo entorno de la huerta de San Vicente, la casa que habitó el poeta en sus años granadinos y que, en la actualidad convertida en museo, recoge el esfuerzo de los que, con respeto, intentan recuperar su memoria para la ciudad.

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